/ 15M EL FINAL DE LA TRANSICION: 15M Qué, cómo, quienes, cuando SEGUIR.

lunes, 30 de mayo de 2011

15M Qué, cómo, quienes, cuando SEGUIR.

La llamada revolución española no es otra cosa que un gran trasatlántico lleno de ilusiones, de esperanzas, también de indignación, de odio, y al que se ha subido una abigarrada mescolanza de personas, por encima de credos, ideologías, y nacionalidades.

Lo más difícil, de largo, es que un buque de este tamaño se ponga en marcha. Hace falta mucho combustible y nos lo han dado 30 años de mangoneo de los políticos. Hacen falta muchos marineros, y nos los ha proporcionado la crisis económica y la crisis moral cuasi generalizada en todo lo público. Hace falta diseño, y ha habido gente que lleva años y años luchando y rompiéndose la cabeza buscando la forma de movilizar a los ciudadanos y de concienciarlos de que no podemos seguir viviendo en una “monarquía bananera”, porque aunque nuestra monarquía aporta imagen y prestigio internacional al país y capacidad de negociación paralela a la del gobierno, muchas veces es de las pocas instituciones no bananeras con las que contamos.

Y nos hemos encontrado, de sopetón, con que el barco no solo ha movido su inmenso tonelaje, sino que además ha tenido una botadura espectacular, en el momento justo y con un impacto sin precedentes, a mi juicio histórico y de recorrido internacional.

Lo que durante años nos ha parecido imposible a muchos se ha hecho realidad y aunque algunos medios de comunicación, y algunos políticos, por no citar a algún Consejero Autonómico se han dedicado a intentar torpedear la nave, la misma ha salido airosa y reforzada del puerto y es ya un ejemplo mundial, como lo fue nuestra transición, a la que, en mi opinión, viene a poner el broche final.

Pero una vez que has hecho lo más difícil, viene lo más complicado, que no es lo mismo, pero también tiene su intríngulis:

¿Cómo seguir?

Esto es lo que se está debatiendo al parecer en asambleas por todas partes y aunque en general los organizadores y participantes han demostrado bastante tino, cuando se entra en el terreno de lo complicado, hay que tener la cabeza muy fría y valorar muy bien todos los retos y todas las soluciones.

El problema se resume en cuatro aspectos:

-¿Qué queremos cambiar?

-¿Qué medidas vamos a adoptar?

-¿Quién va a coordinar todo esto?

-¿A qué velocidad queremos cambiar las cosas?

En definitiva, que normas del funcionamiento de los barcos queremos cambiar en el nuestro, que rumbo vamos a seguir para lograrlo, quien va a ser el capitán o la oficialidad de esta nave y que velocidad le vamos a dar a la carabela de nuestras esperanzas.

Y son cuatro problemas muy, muy complejos:

-Algunos quieren cambiar solo la política, otros solo la política para que esta luego cambie la economía y otros quieren cambiar a la vez la política y la economía…

-Algunos quieren seguir acampados, otros acampadas intermitentes, algunos seguir dando golpes tácticos, (como oponerse a un desahucio en Madrid), otros moverse coordinadamente en toda Europa, los hay que quieren fundar un partido político, en tanto que otros prefieren no encasillarse en siglas…

-Algunos piensan que esto debe ser gobernado por asambleas, otros por turnos rotatorios como las legiones romanas, estos que habría que tener algunos líderes reconocibles, aquellos no querrían ver a nadie por encima del de al lado…

-Y finalmente algunos quieren pasar a la acción ya, siguiendo el modelo de conflicto social griego de los últimos años, otros prefieren ir paso a paso, y algunos simplemente creen que es mejor tener calma y dejar que sean los propios políticos en su afán de conservar sus sillas los que se afanen en acoger las pretensiones de los ciudadanos (y de hecho ya se van viendo detalles en esta línea de Chacón, Blanco, Gómez y hasta el Comité Federal del PSOE o Rajoy, sin contar con los pronunciamientos inequívocos de otros partidos como UPyD o Izquierda Unida en aspectos concretos.)

Si una cosa esta clara, es que los políticos no se van a dejar mover su silla así como así. Los partidos van a hacer cuanto este en su mano por debilitar el movimiento, por esperar al cansancio de la gente, por desactivar y comprar a los que puedan, en cuanto consiga distinguir a algunos entre la masa, de esperar a que la playa, el calor y el verano, y el mal tiempo del otoño, cortocircuiten la iniciativa y por tanto, debemos tener muy presente que la travesía de nuestro barco va a ser asaz complicada.

Y si algo esta claro en un barco, es que tiene que haber un capitán, una sola voz que coordine las acciones de la marinería, y esto trasladado al terreno que nos ocupa, no quiere decir que este movimiento necesite un jefe visible, quiere decir que hay que tener una estrategia clara y definida sobre como se va a gobernar este arca de Noé, hacia donde se va y como se va a poner orden en las maniobras, cuando vengan los “golpes de mar”.

Esto es ahora lo prioritario.

Os dejo mis reflexiones, un poco a vuela pluma, sobre como veo yo que habría que actuar, aprovechando mi experiencia de movilizaciones, culminadas con éxito entre 2002 y 2007 aproximadamente, o sin él, pero donde aún peleo, entre 1993 y 2011, pero añadiendo otras ideas que se me ocurren, porque este barco es notablemente más grande que la batalla por el conservatorio profesional de Algeciras, o por cambiar la suerte de mi profesión.

1) En mi opinión la mejor opción ahora mismo es intentar cambiar exclusivamente la política. No la economía. Ya se que para muchos lo urgente es la economía, y soy consciente de que yo no puedo sentir esa urgencia con la misma inquietud que ellos, pero lo mejor es enemigo de lo bueno, y el camino más directo no siempre es el mejor. Es importante aglutinar gente y no perderla. Si se apuesta por demasiado poco, muchos perderán la ilusión, pero si se apuesta por demasiado, apenas unos pocos se apuntaran a la idea y aunque sean muchos, no serán suficientes. Cambiar las reglas del juego democrático, dando el mismo valor a todos los votos, para que todos los ciudadanos tengan su voz y todos vuelvan a participar, y para que por esa vía, pueda llegar gente con una mentalidad diferente a cambiar las cosas, debería ser el objetivo primordial de este viaje, porque lo primero para tener dignidad es que todos los votos valgan lo mismo.

2) Las medidas que se adopten deben ser inteligentes, participativas y contundentes, pero a la vez comedidas y contenidas. Por ejemplo los niños del Conservatorio llamaron por teléfono a los diputados, a los partidos políticos, a la Moncloa, a la Zarzuela, a los embajadores extranjeros en España, a Chaves…esa fue una medida inteligente, participativa y sin daños colaterales, y de lo que se trata ahora es de mantener la actividad de los ciudadanos indignados, pero sin agotar a la gente y sin cansarla o aburrirla. Ahora mismo los partidos mayoritarios ya saben que la gente puede organizarse y tomar las plazas en poco tiempo, y esa amenaza es mucho más efectiva que la propia ocupación, si se sabe dosificar y utilizarla en los momentos importantes, o cuando se produzcan decisiones políticas impresentables. En los barcos, marineros y oficiales hacen tres turnos, trabajo, descanso y sueño. Esto no es muy diferente y pueden buscarse muchas medidas de este tipo. Ir a parar un desahucio puede parece algo fácil y apetecible, e incluso justo, pero no es una buena medida. No se pueden parar todos los desahucios, porque una cosa es no respetar una formalidad administrativa ocupando una plaza y otra mucho más seria, impedir a una autoridad desempeñar su labor y aunque pueda salir incluso muchas veces bien, se corre el peligro de que mucha gente se aparte del movimiento (porque se está cruzando una raya muy delicada), deslegitimándose el movimiento, y se corre el riesgo de que el sistema finalmente aproveche el error para dar algún zarpazo y algunos se encuentren con un problema jurídico gordo que no esperaban y el primer mandamiento aquí, debe de ser no poner en peligro a la gente que, de buena fe, y fiando en el criterio de otros, está dispuesta a luchar como le digan.

3) En mi experiencia las plataformas, (fundé una dentro de mi profesión) producen un importante grado de adhesión inicial, y enseguida se convierten en el blanco favorito de quienes controlan los hilos del poder. Les disparan por todas partes en una alianza tácita y a la hora de poder operar se encuentran con dos dificultades graves: no encajan en los cauces reglados para ejercer el poder, con lo cual mucha gente no las ve como opciones reales de cambiar las cosas, y a la hora de la verdad están fuera de los lugares (parlamento, plenos de ayuntamientos, etc) donde se corta el bacalao. Si por el contrario adoptan el mismo ropaje de aquellos a los que combaten, sean partidos, asociaciones, etc, necesitan movilizar grandes masas de personas para intervenir en la administración del poder, y gente realmente altruista, que se parta el pecho por nada, hay muy pocos, con lo cual es fácil que si llegan a detentar poder, terminen por repetir los esquemas de aquellos a quienes pretendían desbancar. En general, toda organización política tiende a expulsar a aquel que venga realmente a querer hacer las cosas bien, con honradez y al servicio de los demás, porque la mayoría de los que se acercan a estas organizaciones, salvo en momentos de exaltación como 1978 o el presente, van buscando más el medrar personalmente, que el beneficio colectivo y esto hace que la opción de fundar un partido tampoco sea una opción muy recomendable.
Probablemente la mejor opción fuera algo de tipo híbrido, del tipo de lo que intentamos nosotros hace 10 años en mi profesión. Supongamos que los ciudadanos indignados elaboran un programa muy concreto de pretensiones, lo suficientemente comedido y sensato como para que pueda ser asumido por mucha gente de bien. Supongamos que se dedican a recoger avales con nombres y apellidos de todos aquellos que están dispuestos a apoyar con su voto sin fisuras al partido que asuma poner en marcha de inmediato estos puntos y además firman para presentar una iniciativa legislativa popular con idéntico contenido. Cuando ese número de avales sea muy grande, si los partidos tradicionales no se han adelantado a hacer suyos esos puntos, (que casi con todo seguridad se adelantarían), bastaría con crear un partido político ad hoc, que se disolvería tras legislar esas medidas, o con prestar esos votos a un partido pequeño, con compromiso de que tras las próximas elecciones impondría estos extremos.
Si a pesar de todo se apostara ya por crear un partido político, o por crear un órgano de dirección conjunto de todos los ciudadanos, a mi juicio debería de ser algo muy diferente de lo que tenemos hasta ahora. Yo diseñaría dos órganos: uno de decisión, compuesto por 50 personas de características muy singulares, gente hecha a sí misma, o que hayan destacado por su compromiso social, u otros valores similares, y de no más de 25 años. Otro de asesoramiento, compuesto por 50 personas de más de 50 años, sensatas, con experiencia de la vida y de la naturaleza humana, y con una característica, que no hayan ocupado cargos políticos o de libre designación en su vida, ni sean famosos. Los jóvenes tienen un espíritu más sano, más ideales y con ese límite de edad no tendrían tiempo de crear redes clientelares, los mayores les aportarían lo que les falta, la sabiduría de la experiencia y el conocimiento del alma humana, pero simplemente, como en las tribus indias, aconsejarían.

4) A mi juicio la impaciencia es mala consejera. Si vamos muy despacio perderemos a los impacientes, a la generación joven que tiene todo a un clic del ratón y no esta acostumbrada a esperar, si corremos demasiado asustaremos a la gente y aquí vamos a necesitar a todos los que estén de acuerdo con la filosofía del proyecto, aunque tengan dudas sobre la forma de llevarla a la práctica, más que atraer simpatizantes, la clave está en no perder a los que tenemos. Yo sencillamente me olvidaría de la velocidad, e intentaría explicar que es el mejor camino. Iría haciendo cosas bien hechas, como la madre que da de cenar todas las noches bien al niño y un buen día, cuando menos se lo espera, se encuentra que tiene un hombre. Ni los atracones en la cena, ni el dejarlo pasar hambre nos van a llevar antes al resultado deseado. Entonces ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para ver resultados en las leyes? Simplemente, el suficiente.

Una vez leí una propuesta interesante, la de que los ciudadanos no tuvieran su voto cautivo, sino que en cualquier momento pudieran ir a un cajero, meter su tarjeta electoral y cambiar su apoyo de un partido a otro. Imaginaos lo que se puede hacer cuando se aprovechan las ideas de todos….

Bien, así es como yo lo veo, si os sirve de algo, pero no quiero terminar sin un apunte importante: los ciudadanos indignados, cuando nos miremos a nosotros mismos en el espejo debemos vernos como personas a las que les han robado su dignidad, no como cabreados, enfadados, o llenos de rencor, o de odio.

Indignados no viene de indignación, viene de indignidad, de que nos han robado la dignidad, o al menos una parte de ella. Ciertamente, este latrocinio produce rabia y hasta furia, o ánimo de revancha, pero no debemos ofuscarnos con las consecuencias sino concentrarnos en atajar las causas. Olvidemos la fiebre y vayamos a sanear la causa de la misma. Si nos han quitado la dignidad, no tiene sentido que tiremos con pelotas de goma al ladrón, lo que hay que hacer es blindar la casa para que no pueda entrar más, levantar muros democráticos que nadie pueda derribar, hay que convertirse en constructores de sueños democráticos hechos realidad, hay que crear cosas, y quien está pensando en destruir, no sólo no puede pensar con claridad y crear cosas grandes sino que termina pareciéndose a aquello que dice combatir.

Nuestra derrota es parecernos a ellos. Nuestra victoria es ser mejores que ellos.

Por ahí hay que seguir.

Saludos a todos.

2 comentarios:

  1. Estoy muy de acuerdo con todo lo que planteas, tanto por la sensatez como por la contundencia. El domingo tras escuchar la asamblea obsercé una presencia muy numerosa de gente con ganas de seguir en la plaza como constatación de una victoria, plataforma de lucha o símbolo para otras ciudades. Lo entiendo muy bien, pero creo que se olvidad que la plaza no son sólo las tiendas ni las comisiones, es la ilusión de cientos de miles de personas que ya han firmado peticiones, que ya se han manifestado y que están deseando que el movimiento se consolide en propuestas como las que tú haces u otras, y en ese sentido la acampada es un riesgo por muchas razones que los que mejor expusieron fueron los propios componentes de las comisiones. En fin, creo que me he enrrollado, perdoname, sólo quería decirte que me parecen unas reflexiones las tuyas muy acertadas y lo comparato.
    Saludos

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  2. Creeme yo no he estado en esas Asambleas y para mi es muy valioso que tú que has estado sobre el terreno y tienes visión de propia mano de lo que allí se cuece, compartas mis puntos de vista.

    Nosotros, sin la punta de lanza de los asamblearios, tendríamos mucha menos fuerza, pero pienso que si ellos escuchan la voz de los veteranos, harán mejor las cosas porque juntos podremos llegar más lejos.

    Saludos y gracias.

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